Ayahuasca

2 de mayo de 2010

Dieta de Plantas Maestras

El conocimiento de las plantas que curan, del llamado de los espíritus de la selva y de los icaros que armonizan el cuerpo con el alma, se adquiere, tradicionalmente, con la disciplina, el silencio y la abstinencia. Dejar de comer, de beber, de hablar. Simplemente estar. Ser simplemente.

En el mundo de la Ayahuasca hay dos poderes: el ayahuasquero, cuyo manejo de los estados modificados de consciencia provocados por la toma de ayahuasca es, o debe ser, magistral; y el vegetalista, hombre o mujer conectado con los espíritus del monte, del agua,  del aire y demás espíritus de las plantas maestras, incluida, claro, la Madre Ayahuasca.

La interrelación entre hombre y naturaleza es perfectamente comprendida por el chamán, quien beneficia a la naturaleza con respeto y devoción, y es enseñado por ésta que le otorga además poderes de llamado y curación. Pero estos poderes tienen condiciones: solamente se logra la comunicación intuitiva a través del silencio de la razón. Es un delicado equilibrio el mantenerse entre la razón y la intuición sin perder de vista el mundo que rodea al chamán, la familia, la tribu, uno mismo.

Es la dieta un silencio, alimentación sin azúcares que revolucionen la mente, sin sal, debilitando el cuerpo, para que el espíritu se manifieste con más fuerza, y los espíritus puedan susurrar y cantar en los oídos. Ocultos, sin ser vistos más que por los árboles. Es en ese tiempo sin tiempo donde el alma se purifica al comprender, sin comprender, el tiempo invisible de la selva.

Nada debe molestar al que dieta: personas que hablan, deseos de marchar, fantasías de sexo o de comer. El control de las fantasías debe incluir los sueños, soñar que se come es equivalente a comer… motivo para empezar de nuevo la dieta. Solamente el maestro vegetalista puede visitar al dietero, y éste debe únicamente compartir su experiencia con el maestro, en una relación íntima de confianza entre maestro-aprendiz que garantice la humildad de ambos y el aprendizaje a través del tiempo. No hay ninguna prisa, se aprende en la dieta.

Hay plantas que enseñan icaros, plantas que enseñan cómo usar otras plantas, plantas que curan... Pero para el aprovechamiento de las virtudes curativas de cada planta se debe dietar.

Es la dieta  (la abstinencia de sexo, azúcar, sal y compañía) y la disciplina (que permite cumplir estos requisitos) lo que hace tantas veces cambiar hábitos de vida y de higiene, incluso cambios energéticos que llevan a la sanación física. Romper la dieta o incumplirla tendrá, por contra, consecuencias indeseadas, como cutipado, mal aire y otros, provocados, según dicen, por el enojo de la  madre de la planta maestra u otros espíritus que viven en el monte. En este caso se requiere que un chamán sople tabaco sobre el paciente pidiendo al espíritu de la planta que no dañe, o pueden requerirse baños de plantas, perfumes y a veces repetir la dieta, esta vez más en serio y por el doble de tiempo que la vez primera.

La dieta no es para todos. El compromiso y el esfuerzo que requiere aleja a quienes buscan una experiencia banal o superficial. Como dice don Ediberto Vargas, maestro vegetalista del río Manatí: “Muchos quieren dietar, pero la dieta te hace correr…

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