Ayahuasca

30 de diciembre de 2017

Tao Te Ching - 11

Unimos los radios de una rueda,
pero es el agujero central 
lo que permite que el carro se mueva.

Torneamos la arcilla para hacer una vasija,
pero es el vacío interno
lo que contiene aquello que vertemos en ella.

Hincamos estacas para construir una cabaña,
pero es el espacio interior
lo que la hace habitable.

Trabajamos con el ser,
pero es el no-ser lo que usamos.

                                                     (Lao Tzu)




17 de diciembre de 2017

La transitoriedad - Alan Watts

Comprender que no hay seguridad es mucho más que estar de acuerdo con la teoría de que todas las cosas cambian, más incluso que observar la transitoriedad de la vida. La noción de seguridad se basa en la sensación de que hay en nosotros algo que es permanente, algo que se mantiene inmutable a través de los años y los cambios de la vida. 

Nos esforzamos para asegurar la permanencia, la continuidad y la seguridad de ese núcleo duradero, ese centro y alma de nuestro ser que llamamos «Yo», pues creemos que eso constituye el hombre auténtico, el que piensa nuestros pensamientos, el que siente nuestros sentimientos y el que conoce nuestro conocimiento. No comprenderemos realmente que la seguridad es una quimera hasta que nos demos cuenta de que ese «Yo» no existe.

La comprensión tiene lugar a través de la conciencia.

¿Podemos entonces abordar nuestra experiencia, nuestras sensaciones, sentimientos y pensamientos, con toda sencillez, como si nunca los hubiéramos conocido hasta ahora, y, sin prejuicios, observar lo que sucede? Quizá se pregunte usted: «¿Qué experiencias, sensaciones y sentimientos debemos observar?» Y yo responderé: «¿Cuáles puede usted observar?» La respuesta es que debe observar aquellos que tiene ahora. Sin duda esto es bastante evidente, pero con frecuencia las cosas muy evidentes se pasan por alto. Si un sentimiento no está presente, no somos conscientes de él. No hay más experiencia que la presente. Lo que sabemos, aquello de lo que tenemos realmente conciencia, es sólo lo que está sucediendo en este momento, y nada más.

Pero, ¿y los recuerdos? ¿No es evidente  que, mediante el recuerdo, puedo conocer lo que ya pertenece al pasado? Muy bien, recuerde algo, por ejemplo, el incidente de ver a un amigo paseando por la calle. ¿De qué tiene usted conciencia? No está viendo el hecho verdadero del amigo que camina por la calle. No puede acercarse a él y estrecharle la mano, u obtener una  respuesta a una pregunta que se olvidó de formularle en el pasado que usted recuerda. En otras palabras, usted no observa en absoluto el pasado real, sino un rastro del pasado que está en el presente.

Es como ver las huellas de un ave en la arena. Veo las huellas presentes, pero no veo al mismo tiempo al ave que imprimió esas huellas una hora antes. El ave ha volado y no tengo conciencia de ella. Infiero de las huellas que ahí hubo un ave. Inferimos de los recuerdos que ha habido acontecimientos pasados, pero no somos conscientes de ningún acontecimiento pasado. Sólo conocemos el pasado en el presente y como parte
del presente.

Vemos, pues, que nuestra experiencia es por completo momentánea. Desde un punto de vista, cada momento es tan elusivo y tan breve que ni siquiera podemos pensar en él antes de que haya pasado. Desde otro punto de vista, este momento está siempre aquí, ya que el único momento que conocemos es el momento presente, que siempre agoniza, siempre se convierte en pasado con más rapidez de lo que puede concebir la imaginación. No obstante, al mismo tiempo está siempre naciendo, es siempre nuevo, emerge rápidamente de este desconocido absoluto que llamamos el futuro. Pensar en ello casi nos quita la respiración.

Decir que la experiencia es momentánea es tanto como decir que la experiencia y el momento presente son lo mismo. Decir que este momento siempre agoniza o se convierte en pasado, y siempre está naciendo o saliendo de lo desconocido, es decir lo mismo de la experiencia. La experiencia que uno ha tenido se ha desvanecido de un modo irrecuperable, y todo lo que queda de ella es una especie de estela o huella en el presente, que es lo que llamamos memoria. Si bien puede suponerse qué experiencia vendrá a continuación, la verdad es que no lo sabemos. Podría suceder cualquier cosa. Pero la experiencia que tiene lugar ahora es, por así decirlo, un niño recién nacido que se desvanece incluso antes de que pueda empezar a crecer.

Hay un relato chino sobre alguien que se presentó ante un gran sabio y le dijo: «No tengo paz de espíritu; por favor, pacifícamelo». El sabio le respondió: «Tráeme tu mente (tu “Yo”) y lo pacificaré». El hombre replicó: «Durante todos estosaños he buscado mi espíritu, pero no puedo encontrarlo». «Entonces está pacificado!», respondió el sabio.

Alan Watts. Mensaje para una era de ansiedad.





13 de diciembre de 2017

Instructions to Oneself by Patrul Rimpoche

There are three things one should remain attentive to:
one’s benevolent gurus,
the compassionate Buddha,
one’s own mindfulness and awareness.

There are three things to hold in grateful remembrance:
the masters who confer the precepts,
the Dharma that shows the path,
the precepts and vows.

There are three things to set in place:
the mind in the body,
the body in the seat,
and relaxation in the mind.

There are three things to forget instantly:
friends who provoke one’s desire and craving,
enemies who arouse one’s anger and hatred,
drowsiness that obscures one’s mind.

There are three things to be cautious of:
speaking in public,
behaving in solitude,
observing the mind.

There are three things that one should conceal:
the merit of oneself,
the faults of others,
one’s plans for the future.

There are three things that one should not advocate:
one’s fleeting thought of renunciation,
one’s dishonest and insincere behavior,
one’s virtuous deeds.

There are three places where one should not go:
where quarrels and fighting happen,
where large crowds gathers,
places of entertainment.
There are three types of behavior that one should avoid:
teaching the Dharma to people who are not suitable vessels,
talking about one’s experience without being asked,
uttering words that contradict the truth.

There are three things that one should not do:
lose one’s composure before friends,
break one’s promise,
do things in inconsistent ways.

There are three things that one must not do:
become conceited and arrogant,
talk behind others’ backs,
make light of any sentient beings.

There are three things that one should not do:
give money to the rich,
develop faith in the crafty,
tell secrets to anyone.

There are three things not to observe:
the body of a beautiful woman,
the behavior of a friend,
one’s own merit.

There are three things that should be in conformity:
conversations with friends,
clothes with local customs,
mind with the Dharma.

There are three things that one should ignore
praises from others,
words of a fickle man,
advice from a fool.

There are three things that one should not seek:
the wealth of the rich,
an honorable rank,
gorgeous garments.

There are three things that one should not slander:
those who command respect and support,
the retail goods of others,
one’s benevolent gurus.

There are three kinds of people that one should not praise:
those criticized by all,
self-conceited fools,
simple-minded children.

There are three kinds of people that one should neither praise nor slander:
one’s relatives,
unknown teachers,
any person.

Instructions as such are abundant;
All in all, it is imperative
to observe oneself all the time,
this is the essence of mundane or transmundane knowledge.

As a yogi with pure wisdom,
I have devised these simple instructions to help tame my mind.
They have profound meanings and one should practice them.


I dedicate all merit to all sentient beings, may they be free from suffering, and obtain happiness, and ultimately, to soon become enlightened!



Translated/Taught by Khenpo Sodargye Rinpoche






1 de diciembre de 2017

La impermanencia - Sogyal Rimpoche

¿Qué es nuestra vida sino una danza de formas efímeras? ¿No está todo cambiando constantemente: las hojas de los árboles en el parque, la luz de la habitación en la que leéis esto, las estaciones, el clima, la hora del día, las personas con las que os cruzáis por la calle? ¿Y qué podemos decir respecto a nosotros? ¿Acaso todas nuestras acciones del pasado no nos parecen hoy un sueño?  Los amigos con los que crecimos, los lugares favoritos de nuestra infancia, los puntos de vista y opiniones que tan apasionadamente defendíamos antaño: lo hemos dejado todo atrás. Ahora, en este preciso instante, la lectura os parece algo absolutamente real. Sin embargo, no tardará en ser tan sólo un recuerdo.

Las células de nuestro cuerpo mueren, las neuronas de nuestro cerebro se deterioran, e incluso la expresión de nuestra cara se modifica sin cesar en función de nuestro estado de ánimo. Lo que consideramos nuestra personalidad fundamental no es más que un “continuo mental”, sólo eso. Hoy nos sentimos bien porque todo va bien; mañana será lo contrario. ¿Adónde se habrá ido aquella sensación de bienestar? Nos habrán afectado nuevas influencias, en función de circunstancias cambiantes. Somos impermanentes, las influencias son impermanentes y no existe nada que podamos calificar de sólido o duradero.

¿Puede haber algo más imprevisible que nuestros pensamientos y emociones? ¿Tenéis la menor idea de lo que váis a pensar o a sentir dentro de un instante? De hecho, nuestra mente es igual de vacía, impermanente y transitoria que un sueño. Observad un pensamiento: viene, permanece un tiempo y se va. El pasado ya ha pasado, el futuro aún no ha surgido e incluso el pensamiento presente, conforme lo experimentamos, se convierte en pasado.

Sólo el instante presente, el “ahora”, nos pertenece realmente.

A veces, cuando enseño estas cosas, se me acerca alguien al terminar para decirme: “¡Todo esto me parece evidente! Siempre lo he sabido. Explíqueme algo nuevo”. Entonces le pregunto: “¿Ha comprendido y captado realmente la verdad de la impermanencia? ¿La ha integrado hasta tal punto en todos sus pensamientos, respiraciones y movimientos que su vida ha quedado transformada? Haceos esas dos preguntas: ¿Recuerdo en todo momento que estoy muriendo, al igual que todas las demás personas y cosas también mueren, de modo que trato a todos los seres, en todo momento, con compasión? ¿Mi comprensión de la muerte y de la impermanencia se ha agudizado tanto y se ha vuelto tan apremiante que consagro cada segundo de mi existencia a la búsqueda de la Iluminación? Si podéis responder afirmativamente a estas dos preguntas, entonces sí habéis comprendido realmente la impermanencia”.



El libro tibetano de la vida y de la muerte. Sogyal Rimpoche.