Millones de personas han decidido permanecer como semillas.
¿Por qué? Pudiendo ser flores y bailar al viento y al Sol y a la Luna,
¿por qué han decidido permanecer como semillas? Hay algo en su
decisión: la semilla está más segura que la flor. La flor es frágil. La
semilla no es frágil, la semilla parece más fuerte. La flor puede ser
destruida fácilmente; sólo un poco de viento y los pétalos se disiparán. La semilla no puede ser destruida tan fácilmente por el viento, la semilla está muy protegida, segura. La flor está expuesta, algo
tan delicado, y expuesto a tantos riesgos: puede venir un viento
fuerte, puede llover a cántaros, el Sol puede quemar demasiado, algún tonto puede arrancar la flor. A la flor puede sucederle cualquier cosa, a la flor puede sucederle de todo, la flor está constante-
mente en peligro. Pero la semilla está segura; por eso, millones de
personas deciden permanecer como semillas.
Pero permanecer
como semilla es permanecer muerto, permanecer como semilla es
no vivir en absoluto. Es seguro, desde luego, pero no tiene vida. La
muerte es segura, la vida es inseguridad. Quien realmente quiera
vivir tiene que vivir en peligro, en peligro constante. Quien quiera alcanzar las cimas tiene que arriesgarse a perderse. Quien quiera
ascender a las cimas más altas tiene que arriesgarse a caer de alguna parte, a resbalarse.
Cuanto mayor es el anhelo de crecer, mayor es el peligro que hay
que aceptar. El hombre verdadero acepta el peligro como su estilo
mismo de vida, como la atmósfera misma de su crecimiento.
Me preguntas: «¿Por qué es tan difícil relacionarse?» Es difícil
porque aún no eres. Primero, sé. Todo lo demás sólo es posible después: primero, sé.
Ser es el requisito básico. Si eres, el valor llega como consecuencia. Si eres, surge un gran deseo de aventura, de explorar, y
cuando estás listo para explorar, te puedes relacionar. Relacionarse
es explorar, explorar la conciencia del otro, explorar el territorio
del otro. Pero cuando exploras el territorio del otro tienes que permitir y acoger que el otro te explore a ti; no puede ser una calle de
dirección única. Y sólo puedes permitir que el otro te explore cuando tienes algo, algún tesoro, en tu interior. Entonces no hay miedo. De hecho, tú invitas al huésped, tú abrazas al huésped, tú lo llamas, tú quieres que entre. Quieres que vea lo que has descubierto
en ti mismo, quieres compartirlo.
Primero sé, luego te puedes relacionar, y recuerda, relacionarse es
bello.
Una relación es un fenómeno totalmente diferente; una
relación es algo muerto, fijo. Ha llegado un punto final. Te casas; ha llegado un punto final. Ahora todo irá hacia abajo; habéis llegado al límite, ya nada crece. El río se ha parado y se
está convirtiendo en un pantano. Una relación es ya una cosa, completa.
Relacionarse es un proceso. Evita las relaciones, y profundiza más
y más en relacionarte.
La
vida no es un sustantivo, en realidad es «viviendo», no «vida».
No es «amor», es «amando». No es «relación», es «relacionando».
No es una canción, es cantando. No es un baile, es bailando.
Observa la diferencia, saborea la diferencia. Los lugares de descanso están bien, pero no los puntos de destino.
El Libro de la Mujer, OSHO.