Uno de los problemas que tiene que encarar todo ser humano es el mundo en el que ha nacido. Su ser y las
intenciones del mundo no van a la par. El mundo quiere que sea útil, que sea un esclavo, que sea utilizado por
los que tienen poder. Y naturalmente, el hombre está resentido por esto. Quiere ser él mismo. El mundo no le
permite a nadie ser lo que se supone que es por naturaleza. El mundo intenta amoldar a todas las personas a
su conveniencia: útil, eficiente, obediente, pero nunca rebelde ni afirmándose, ni declarando su propia
individualidad, sino siendo servil, casi como un robot. El mundo no quiere que seáis seres humanos, quiere que
seáis máquinas eficientes. Cuanto más eficientes sois, más respetables, más honorables. Y esto es el origen M
problema.
Nadie nace para ser una máquina. Es una humillación, una degradación; es quitarle al hombre su orgullo y su
dignidad, destruirlo como ser espiritual y reducirlo a una entidad mecánica. En consecuencia, todos los niños
empiezan a cerrarse desde el principio, cuando se dan cuenta de las intenciones de la sociedad, de los padres,
de la familia, del sistema educativo, de la nación y de la religión. Se empiezan a volver defensivos a consecuencia del miedo, porque se tienen que enfrentar a una fuerza tremenda. Son tan pequeños y frágiles, tan
vulnerables, tan indefensos, tan dependientes de las mismas personas de las que se tienen que defender.
El problema se complica más aún porque el niño se tiene que defender de las personas que creen que le
quieren. Y probablemente no estén mintiendo. Las intenciones son buenas pero carecen de conciencia; están
totalmente dormidos. No saben que son marionetas en manos de una fuerza ciega que se llama sociedad,
todas las instituciones y los intereses creados juntos.
El niño se enfrenta a un dilema. Tiene que luchar contra los que ama, y además cree que le aman. Pero lo
curioso es que la gente que le quiere, no le quiere tal como es. Le dicen: «Te queremos, sí, te queremos, pero
sólo si sigues nuestro camino, si sigues nuestra religión, si te vuelves obediente como nosotros.»
Naturalmente, poco a poco, todo niño aprende a defenderse, a protegerse. Cierra todas las puertas de su
ser. No se expone a nadie, empieza a fingir. Comienza a ser un actor. Actúa según las órdenes que le dan. Si
surgen dudas, las reprime. Si su naturaleza se quiere afirmar, se reprime.
Estamos viviendo con los pétalos cerrados, con miedo de hacernos vulnerables si los abrimos. De modo que
todo el mundo usa escudos de todo tipo, te escudas incluso detrás de la amistad. Parecerá contradictorio,
porque la amistad significa estar abierto el uno al otro, compartir vuestros secretos, compartir vuestros
corazones. Todo el mundo vive lleno de contradicciones, La gente utiliza la amistad, el amor y la oración para
escudarse. Cuando quieren llorar, no pueden; sonríen, porque la sonrisa es un escudo. Cuando no quieren
llorar, lloran, porque en determinadas ocasiones las lágrimas pueden actuar de escudo. Nuestra risa sólo es un
movimiento con los labios, y tras ella escondemos la verdad: nuestras lágrimas.
Toda la sociedad se ha desarrollado en torno a una idea que básicamente es hipócrita. Tienes que ser lo que
los demás quieren que seas, no lo que eres. Por eso todo se vuelve falso, ficticio.
Mi visión del nuevo hombre es la de un rebelde, la de un hombre que está buscando su ser original, su rostro
original. Un hombre que está preparado para renunciar a todas las máscaras, todas las pretensiones, todas las
hipocresías, y mostrarle al mundo quién es en realidad. No importa que te amen o te critiquen, te respeten, te
honren o te difamen, que te coronen o te crucifiquen; porque la mayor bendición que hay en la existencia es ser
tú mismo. Aunque te crucifiquen, tú seguirás estando satisfecho e inmensamente complacido.
Un hombre de verdad, un hombre sincero, un hombre que conoce el amor y la compasión y que comprende
que la gente está ciega, inconsciente, dormida, espiritualmente dormida... Hacen las cosas medio dormidos.
Has estado condicionado durante tanto tiempo, tantos años, toda tu vida, que deshacerte del condicionamiento
también te llevará un tiempo. Te han cargado con toda clase de ideas falsas, mentiras. Te llevará un tiempo re-
nunciar a ellas, reconocer que son falsas y ficticias. En realidad, en cuanto te das cuenta de que algo es falso
no es difícil renunciar a ello. Cuando reconoces lo falso como falso se cae por su propio peso. Basta
simplemente con reconocerlo. Se rompe tu conexión, tu identidad. Y cuando desaparece lo falso, aparece lo
verdadero con toda su novedad, toda su belleza, porque la sinceridad es belleza, la honestidad es belleza, la
autenticidad es belleza. Simplemente ser tú mismo es ser bello.
Las religiones han censurado la vida de todas las formas posibles; ¿qué puede hacer un niño si todo el
mundo censura la vida? El mundo está lleno de censores. Toda esta censura le impresiona.
La desobediencia es la base del verdadero hombre religioso; la desobediencia a todos los sacerdotes, los
políticos y los intereses creados. Sólo entonces podrás deshacerte de los condicionamientos. Y cuando ya no
estés condicionado, no te preguntarás cuál es el objetivo de la vida. Tu pregunta dará un giro. Te preguntarás:
«¿Cómo puedo vivir con más totalidad? ¿Cómo puedo sumergirme totalmente en la vida?» Porque la vida es la
finalidad de todo; de modo que no puede haber una finalidad para la vida. Pero sufres por la privación, y aparte
de la muerte parece no haber nada más; la vida se te escapa de entre las manos y la muerte está cada vez
más cerca. Tu vida no es más que una muerte lenta.
¿Y quién te ha hecho esto? Todos tus «benefactores», tus bienhechores, tus profetas, tus mesías, tus
encarnaciones de Dios. Estas son las personas que han convertido tu vida en una muerte lenta, y han sido muy
inteligentes al hacerlo. Han utilizado una estrategia muy simple: dicen que tu vida es un castigo.
¿Quiénes son vuestros santos? Vuestros santos son personas que viven bajo mínimos; cuanto menos viven,
más grandes son. Todos vuestros sabios viven en una pesadilla, y están predicando para que les sigáis. Su
esfuerzo consiste en truncar vuestra vida en todo lo posible. Se censura la vida, el sexo, el deseo de vivir con
comodidad. Se censura disfrutar de cualquier cosa. Esto es truncar la vida.
Te sorprenderás si te fijas en la historia de los monasterios católicos, jainistas, budistas o hindúes: es
increíble que en nombre de la religión se haya tratado al ser humano de una forma tan inhumana. Todo tipo de
estupideces...
El político se ve favorecido cuando estás menos vivo, porque entonces eres menos rebelde, más obediente,
más convencional, más tradicional.... ya no eres un peligro. Al sacerdote también le favorece que estés menos
vivo por los mismos motivos. Si estás realmente vivo serás un peligro para todo el mundo, para todos los que te
intentan explotar, los parásitos. Lucharás con dientes y uñas. Preferirías morirte antes que vivir como un
esclavo, porque para una persona completamente viva incluso la muerte no es una muerte, sino la culminación
de la vida. Sigue viviendo intensa y totalmente incluso en el momento de su muerte. No tiene miedo a la
muerte, no le tiene miedo a nada.
Esto hace que los poderes establecidos tengan miedo de las personas vivas. Han encontrado una estrategia
muy sutil que consiste en otorgarle una finalidad a tu vida: esta finalidad es que seas alguien.
Tú ya eres lo que la existencia quiere que seas. No tienes que convertirte en alguien.
¡Qué extraño! Nadie se
ocupa de sí mismo; todo el mundo quiere ser otra persona. Eso trunca tu vida completamente. Por eso digo
que la vida no tiene ninguna finalidad porque es una finalidad en sí misma.
Olvídate de todas las finalidades. Olvídate incluso de la idea de futuro.
Olvida completamente que vaya a haber un mañana. Retírate de todas las dimensiones y direcciones.
Concéntrate aquí y ahora, y en ese instante podrás conocer la vida en su eternidad.
El libro del hombre, Osho.