Ayahuasca

8 de mayo de 2015

No hay jubilación - Jack Kornfield

No importa la versión que leamos, Mara no desaparece. No existe el estado de jubilación en la iluminación, ninguna experiencia de despertar que nos sitúe fuera de la verdad del cambio. Todo respira y gira en sus ciclos. La luna, la bolsa, nuestros corazones, el rodar de las galaxias; todo se expande y se contrae con el ritmo de la vida. Toda vida espiritual existe en el seno de una alternancia entre la ganancia y la pérdida, el placer y el dolor. En el caso de cada uno de nosotros, incluso Buda, sólo soltándonos en esta verdad despertamos a lo que es eterno; la realidad de la libertad.

Para casi todos los ciclos de despertar y apertura son seguidos por períodos de temor y contracción. Las épocas de paz profunda y de un nuevo amor se ven desbordadas por períodos de pérdida, cierre, miedo o el descubrimiento de la traición, para ser seguidos de nuevo por la ecuanimidad del gozo. De forma misteriosa, el corazón se revela a sí mismo como una flor que se abre y se cierra.

Tal como lo expresa un maestro zen:

La iluminación es sólo el comienzo, es sólo un paso en el viaje. No podemos apegarnos a ello en forma de nueva identidad, o tendremos problemas de inmediato. Hemos de regresar a las trifulcas de la vida, para comprometernos con ella en adelante. Sólo entonces podemos integrar lo que hemos aprendido. Sólo entonces podemos aprender la confianza perfecta.

Toda vida espiritual es una preparación para la transición, de un estado a otro, de una circunstancia a otra. El cambio no constituye un enemigo. Al igual que Mara, regresa para pedirle al corazón que esté presente y confíe en niveles cada vez más profundos. 

Estos ciclos ordinarios de apertura y cierre son una medicina imprescindible para la integración de nuestro corazón. En algunos casos, sin embargo, no son simples ciclos, se trata de una caída. Más alto subimos, más bajo podemos caer. Es algo que también debemos incluir en nuestros mapas de la vida espiritual.

Una persona claramente iluminada cae en un pozo ¿cómo es eso?” Un maestro zen recuerda a sus alumnos: “Tras cualquier experiencia espiritual fuerte hay un descenso inevitable, una pugna por encarnar lo que hemos visto”. El pozo en el que caemos podemos crearlo aferrándonos a nuestra experiencia e ideales espirituales o manteniendo ideas fatuas sobre nuestros maestros, nuestra vía o nuestro sí mismo. El pozo puede estar constituido por los temas pendientes de nuestra vida psicológica o emocional; una falta de voluntad a la hora de reconocer nuestra propia sombra, incluir nuestras necesidades humanas, el dolor y la oscuridad que llevamos con nosotros, para comprobar que siempre tenemos un pie en las tinieblas. Por brillante que sea, el Universo necesita también que nos abramos al otro lado.

El éxito no protege de una caída de esta naturaleza; de hecho puede propiciarla. Bhagawn Das, un yogui de casi dos metros, pasó siete años en la India caminando descalzo, meditando en cuevas y cantando en éxtasis los nombres de Dios. Le presentó su guru a Ram Dass, quien convirtió su historia en parte de su clásico Be Here and Now

Regresé a América y de repente me vi en escenarios frente a miles de personas, daba nombre a bebés, bendecía a la gente, y ésta caía en éxtasis a mis pies. Me sentía como un rey pero seguía siendo un niño, un guru de veinticinco años… 
Si juegas con la Madre Divina, ésta jugará contigo, puesto que ella es todo… el deseo, la ira, la lujuria; lo es todo. Si deseas tener un nombre y fama, lo puedes tener; la Madre te lo dará. Pero lo que había conseguido con la práctica había sido producto de la gracia de estar con santos. Mantenemos dicho espacio mediante las bendiciones de los santos. Había empezado a relajarme, frené mi práctica real y lo perdí todo.

La vida espiritual no es una jugada de una sola vez, es un proceso en desarrollo. Tras tres años de “vida espiritual” que fue una fiesta, me cansé y fui perdiendo por completo mi sentido de lo divino.

Veinte años después un amigo me llevó a visitar a un santo. Caí en meditación profunda durante tres horas. Entonces me llegó la voz de mi gurú y deseé cantar el nombre de Dios. Esto es lo que he estado haciendo. Pero esta vez voy con más cuidado, mirando con quien paso mi tiempo. Si creemos haber alcanzado algo, tenemos que ir con más tiento, puesto que todavía podemos perderlo. Si otros pueden aprender de mis experiencias, todo tiene sentido”.

Cuando la mística cristiana Juliana de Norwich dice que no conoce a ningún amante de Dios a salvo de la caída, está transmitiendo la comprensión de que la caída es también voluntad divina. Lo comprendamos o no, Mara regresa. La caída, el descenso y la posterior humildad pueden considerarse otra clase de bendición.

Cualquier éxito que tengamos suele tener una sola cara. Luego, nuestros aspectos menos desarrollados, o “nuestra sombra”, como la denominó Jung, salen a la luz. Son nuestros aspectos más crudos y menos controlados de nosotros mismos. Existen ciertas verdades que sólo podemos aprender en la caída, verdades que aportan plenitud y humildad en la entrega. En los momentos de mayor vulnerabilidad de nuestro corazón, nos acercamos al misterio sin identidad de la vida. Todos necesitamos períodos de fecundidad, épocas de caída, estar cerca del humus de la tierra. Es como si algo en nuestro interior nos frenara y nos llamara. A partir de ese momento, pueden emerger una belleza y un conocimiento más profundos.


Después del éxtasis la colada. Jack Kornfield. 
http://www.muscaria.com/colada.htm