Ayahuasca

1 de mayo de 2015

Comprendiendo el dukkha, la insatisfactoriedad

El dukkha se pega a la piel, penetra hasta la carne y acaba metiéndose en los tuétanos. Es como un insecto que se alimenta de la corteza de un árbol y va penetrando por la madera hasta llegar al mismo núcleo, hasta que al final el árbol muere.

A medida que crecemos, el dukkha se va enterrando en las profundidades de nuestro ser. Nuestros padres nos enseñan a aferrarnos y a apegarnos a las cosas, a darles mucha importancia, a creer con firmeza que existimos como un yo y que las cosas nos pertenecen. Nos lo enseñan desde que nacemos. Lo vamos oyendo una y otra vez hasta que penetra en nuestro corazón y se convierte en nuestro habitual sentimiento. Nos enseñan a adquirir cosas, a acumularlas y conservarlas, a verlas como importantes y nuestras. (…)

Cuando estamos interesados en la meditación y escuchamos las enseñanzas de un guía espiritual, no nos resultan fáciles de entender. Nos cuesta captarlas. Nos enseñan a no ver las cosas ni a actuar como siempre hemos hecho, pero sus palabras no penetran en nuestro corazón. 

Permanecemos sentados escuchando las enseñanzas pero a menudo nos entran por un oído y nos salen por el otro. No las retenemos en nuestro interior ni nos afectan. (…) Nos quedamos pegados a nuestra idea del yo. Los sabios decían que mover una montaña de un lugar a otro es más fácil que cambiar la falsa idea que tenemos del yo, esta sólida sensación de que realmente existimos como una persona individual y especial. 

(…)

No es fácil practicar, pero hagamos lo que hagamos, habremos de superar muchos problemas antes de sentirnos a gusto. En la práctica del Dharma empezamos siendo conscientes de la verdad del dukkha, la omnipresente insatisfactoriedad de la existencia. Pero en cuanto lo experimentamos, nos desanimamos. No queremos enfrentarnos a ello. Dukkha es la verdad, pero de algún modo queremos sortearla. Se parece a la costumbre que tenemos de no desear ver a gente mayor, preferimos contemplar a personas jóvenes y atractivas. (…)

Si conocemos el dukkha, lo veremos en todo cuanto experimentamos. Algunas personas creen que no sufren demasiado. (…) ¿Qué hemos de hacer para no sufrir más? Cuando el dukkha surge, hemos de investigar para ver las causas de su aparición. Y al conocerlas, podemos practicar para eliminar esas causas. (…)

Oponerse a los propios hábitos crea un cierto sufrimiento. Pero en general nos da miedo el sufrimiento y si sabemos que algo nos hará sufrir, no queremos hacerlo. Estamos interesados sólo en lo que parece agradable y bello, y creemos que cualquier cosas que conlleve sufrimiento es negativa. Pero no es así, ya que si hay sufrimiento en tu corazón se convierte en la causa que te hace reflexionar para intentar liberarte de él. Te lleva a la contemplación. (…)

Las personas que son felices no desarrollan la sabiduría. Están dormidas. Son como un perro que ha comido hasta la saciedad. Después no quiere hacer nada. (…)

Los humanos estamos atrapados y encarcelados en este mundo, tenemos un montón de problemas y siempre estamos llenos de dudas, confusión y preocupaciones. Y esto no es ninguna broma. Hay algo de lo que hemos de liberarnos. (…)

¿Qué es esta jaula? Es la jaula del nacimiento, el envejecimiento, las enfermedades y la muerte. Así es como estamos prisioneros en el mundo. “Esto es mío”. “Aquello me pertenece”. Ignoramos quienes somos realmente y lo que estamos haciendo. En realidad todo cuando estamos haciendo es acumular sufrimiento. (…)

 ¿Sabes si los deseos tienen algún límite? ¿Cuándo llegarás a sentirte satisfecho? Sigue deseando más y más cosas… (…)

El Buda lo resumió diciendo que sólo hay un cúmulo de dukkha. El dukkha nace y cesa. Eso es todo. Nos abalanzamos sobre él y lo agarramos una y otra vez, cuando surge y cuando cesa, sin llegar a comprenderlo nunca. 

Cuando le dukkha surge, lo llamamos sufrimiento. Y cuando cesa, lo llamamos felicidad. Pero no es más que el dukkha de siempre, surgiendo y cesando. (…)

Al surgir, lo reconocemos como sufrimiento. Y al cesar, lo consideramos como felicidad. Lo vemos y lo llamamos de esta manera, pero en realidad no es así. No es más que dukkha cesando. Surge y cesa, surge y cesa, y nosotros nos abalanzamos sobre él y lo agarramos. Cuando la felicidad aparece, nos sentimos contentos. Y cuando la infelicidad aparece, nos deprimimos. Pero en realidad se trata de lo mismo surgiendo y cesando. (…)

No reconocemos con claridad que sólo hay sufrimiento porque cuando cesa nos parece que este estado es la felicidad. Nos apegamos a ella y no queremos perderla. En realidad, ignoramos lo que está ocurriendo. (…)

Normalmente intentamos eliminar el sufrimiento para que aparezca la felicidad. Eso es lo que deseamos. Pero aquello que deseamos no es verdadera paz sino una felicidad que conlleva sufrimiento. (…) 

Así que los humanos deseamos un montón de cosas. Si obtenemos muchas cosas, nos parece bueno, ésta es nuestra forma habitual de pensar. Se supone que hacer el bien produce buenos resultados, y si los recibimos, somos felices. Creemos que es todo cuanto necesitamos y ya no hacemos nada más. Pero, ¿acaso las buenas experiencias pueden darnos una satisfacción duradera? No, es pasajera. Por eso seguimos pasando de un estado a otro, experimentando cosas buenas y malas, intentado apegarnos día y noche a aquello que nos resulta agradable.


El Buda nos enseñó primero a abandonar las malas acciones y a practicar las buenas. Y después a abandonar tanto lo malo como lo bueno, sin apegarnos a ninguno de esos dos conceptos, porque no son más que una especie de combustible. Y cuando hay alguna clase de combustible, acaba convirtiéndose en llamas. Lo bueno es combustible. Y lo malo, también. 

Todo llega, todo pasa. Ajahn Chah.