Ayahuasca

10 de mayo de 2012

Con el despertar, las apuestas aumentan.

Cuando estamos dormidos, no sabemos lo que hacemos. Simplemente expresamos con acciones nuestra programación más profunda. Pero cuando hemos visto la verdadera naturaleza de las cosas -una vez que el Espíritu ha abierto sus ojos dentro de nosotros- de repente sabemos lo que hacemos. (...) Cuando a pesar de todo, a pesar de saberlo, actuamos desde un lugar de falsedad, es mucho más doloroso que cuando no sabíamos que nuestras acciones no eran verdad. Cuando le decimos a alguien algo que sabemos que no es cierto, se produce una división interna que es mucho más dolorosa que cuando dijimos lo mismo y pensábamos que era verdad.

Con cada escalón que asciendes, tienes menos tendencia a mirar hacia abajo, a actuar de formas que sabes que no son verdad, o a hablar de formas que sabes que no son verdad, a hacer cosas que sabes que no vienen de la verdad. Empiezas a darte cuenta de que cuanto más despertamos, las consecuencias son mayores. Finalmente, los resultados de actuar fuera de la verdad llegan a ser inmensos; la menor acción o conducta que no esté de acuerdo con la verdad puede resultarnos insoportable. (...)

A medida que nos hacemos más conscientes, empezamos a ver que hay consecuencias. Todas las cosas las tienen, y éstas se hacen cada vez mayores cuanto más nos comportamos de maneras que no están en armonía con lo que sabemos que no es verdad. En realidad esto es maravilloso. Es lo que yo llamo la gracia feroz. (...) Sabemos que cuando actuamos desde lo que no es verdad, sólo nos hacemos daño. Ese conocimiento es una gracia.

La realidad siempre es fiel a sí misma. Cuando estás en armonía con ella, experimentas dicha. Por el contrario, en cuanto no estás en armonía con ella, experimentas dolor. Ésta es la ley del universo; así son las cosas. Nadie puede saltarse esa ley. Para mí ese conocimiento es una gracia. La realidad es consistente. Discute con ella, ve en su contra y en cada ocasión sentirás dolor. Te hará daño, hará daño a otros y contribuirá al conflicto general de todos los seres.

Pero esta ferocidad también es preciosa. Nos ayuda a orientarnos cada vez con más profundidad hacia nuestra propia naturaleza. Nos damos cuenta de que comportarnos desde cualquier lugar que no sea nuestra propia naturaleza es destructivo para nosotros y, lo que es igualmente importante, también es destructivo para el mundo y los que nos rodean. Cuanto más entendemos esto, más capaces somos de retomar el curso cuando lo perdemos. 


Adyashanti. El final de tu mundo