Ayahuasca

26 de noviembre de 2013

La propia verdad

El Buda no elogió a los que creían en otras personas. No alabó a quienes dependían de las palabras de otros y estaban eufóricos o deprimidos por ellas. Después de comprender las enseñanzas de alguien, no hemos de apegarnos a ellas, porque son las palabras de otro. Aunque sean correctas, lo son para esa persona. Si no las interiorizamos y hacemos que sean correctas en nuestro propio corazón, nunca llegarán a serlo para nosotros y las dudas nunca cesarán de surgir. “¿Es correcto? ¿Tiene el maestro razón? ¿Está equivocado?”, pensaremos. Lo cual significa que no hemos practicado hasta el punto de comprender.

Si alguien dice que algo es correcto, no le creas. Y si dice que incorrecto, tampoco le creas. “Correcto” e “incorrecto” no son más que palabras dichas por otro. Sea cual sea la enseñanza que escuches, interiorízala y practica para comprender su verdad, en el momento presente.
La misma práctica será distinta para diferentes personas, porque cada una tiene distintos grados de sabiduría. Vamos a ver a maestros e intentamos comprender su forma de actuar. Observamos sus métodos y su conducta, pero al hacerlo sólo nos estamos fijando en las cosas exteriores. Lo que podamos ver de su práctica sólo es su aspecto exterior. Si los abordamos de esta forma, nuestras dudas seguirán existiendo. “¿Por qué este maestro practica de este modo? ¿Por qué aquel otro emplea ese método? ¿Por qué uno enseña muchas cosas miestras que el otro apenas enseña?” Todas esas preguntas pueden realmente confundirte. 


Encontrar el camino correcto no depende de estas cosas, sino de cada uno de nosotros. Podemos tomar a otros como buenos ejemplos, pero hemos de mirar con más profundidad en nuestro interior para eliminar las dudas. Así fue como el Buda enseñó a aquel anciano a contemplar el momento presente, a no dejar que la mente se distrajera con el pasado o con el futuro.
De modo que él se dedicó a observar su mente en cualquier situación. Fueran cuales fueran las condiciones en las que se encontrara, no le importaba, lo veía todo como inseguro, como impermanente. El Buda no le enseñó más que esto y él, al ponerlo en práctica, logró comprender el Dharma. 


La rueda del samsara, la ronda de la existencia, da vueltas sin cesar, pero no es necesario que gires con ella. Gira en círculos. ¿Acaso deseas intentar seguirla? Va muy rápida. Si una rueda gira a gran velocidad, puedes permanecer en el centro y dejar que gire a tu alrededor. Una lagartija quizá intente correr tras ella, pero tú puedes mantenerte en el centro y ver cómo la lagartija pasa una y otra vez frente a ti mientras gira la rueda sin haber de perseguirla.


Todo llega, todo pasa. Ajahn Chah.