Ayahuasca

12 de julio de 2013

Cuando nació mi tristeza


Cuando nació mi Tristeza la crié con cariño y la cuidé con amorosa
ternura.

Y mi tristeza creció como todas las cosas vivientes: fuerte y bella y llena de delicias sorprendentes.

Y nos amábamos el uno al otro, mi Tristeza y yo, y amábamos al mundo que nos rodeaba, porque la Tristeza tenía un corazón bondadoso y el mío era bondadoso con la Tristeza.

Y conversábamos, mi Tristeza y yo, nuestros días eran alados y nuestras noches estaban enmarcadas de ensueños, porque la Tristeza tenía una lengua elocuente, y la mía era elocuente con la Tristeza.

Y cuando cantábamos juntos, mi Tristeza y yo, nuestros vecinos se sentaban en las ventanas para escuchar, porque nuestras canciones eran tan profundas como el mar, y nuestras melodías estaban llenas de extrañas remembranzas.
Y cuando caminábamos juntos, mi Tristeza y yo, la gente nos miraba con ojos tiernos y murmuraba palabras de inexpresable dulzura. Y había quienes nos miraban con envidia, porque la Tristeza era una cosa noble y yo estaba orgulloso con la Tristeza.

Pero murió mi Tristeza, como todas las cosas vivientes, y ya solo, me entregué al estudio y la meditación.

Y ahora, cuando hablo, mis palabras resuenan pesadas en mis oídos. Y cuando canto, mis vecinos no vienen a escuchar mis canciones.

Y cuando camino por las calles, nadie me mira.


Sólo en mi sueño oigo voces que dicen con pena: Mirad, ahí está el hombre cuya tristeza ha muerto.

(Tagore, R.)